Luis O. Cortese - Nora Capaccioli
Muchos de los que pasean por este rincón urbano se preguntarán, en el mejor de los casos, quiénes fueron las mujeres que dan nombre a estas calles. Tal vez otros tantos no tengan idéntica inquietud, pero es inevitable percibir la nomenclatura femenina que caracteriza a esta zona. No es casual que el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, sea el día de este barrio. En 1995 la licenciada Leticia Maronese, presentó una denuncia acerca de la actitud discriminatoria respecto del género femenino en la asignación de nombres de las calles porteñas. De ahí, que se haya revisado el tema y que el barrio se vea poblado de calles que responden a mujeres talentosas, comprometidas y luchadoras que enorgullecen al género.
Por fin, la mujer se abrió camino en Buenos Aires.
La intención de estas líneas es que no sólo sean nombres que sirvan para ubicarnos, sino acercar la historia de estas personas que dejaron huella en su andar. A pesar de que hayan pasado muchos años sin que la ciudad les ofreciera su merecido homenaje, éste al fin les ha llegado y seguramente continuará a medida que se vayan abriendo nuevas arterias. Para una mejor organización decidimos presentar en orden alfabético ( teniendo en cuenta los nombres, no los apellidos ) los datos más importantes de estas mujeres que dan nombre a parques, plazoletas, bulevares y calles del barrio.
"Siempre creí que este país merecía ser distinto. Que un día íbamos a unirnos todos y el destino cambiaría. Recuerdo los barrios obreros de esta ciudad cuando llegábamos con las banderas rojas, y la gente se iba reuniendo y se iban logrando cosas. Cuando el Partido Socialista era una parte linda de la vida. Cuando las mujeres nos juntamos por primera vez y empezamos a pelear por nosotras...".
Nació en Inglaterra el 11 de octubre de 1885 y era hija de Armando Moreau y de María Denanpont, ambos franceses.. Su padre había participado activamente en los sucesos de la Comuna de París, en 1871, y por esa causa se había debido exiliar en distintos países europeos, hasta establecerse en Buenos Aires hacia 1890. Los ideales que sustentara en ese momento –comunes por otra parte entre los inmigrantes más politizados de la corriente migratoria-, serán los que utilizará para la educación sin prejuicios de su hija. Desde muy pequeña participa con su padre en reuniones políticas y en la Escuela Normal Nº 1 tuvo como docente a Hipólito Yrigoyen. Su gran curiosidad intelectual y vivo interés por el hombre y sus problemas la lleva a completar, una vez terminado el magisterio, los estudios de medicina. Se graduó en 1913 con diploma de honor. Había cursado el sexto año de estudios en el área de Ginecología y el séptimo y último, en la de Clínica del Hospital de Clínicas, de cuyo viejo edificio hoy sólo se conserva la capilla, en el centro de la plaza Houssay. Comenzó su actividad política en 1906 y sumó a su vida profesional sus inquietudes feministas. En 1902 creó junto a otras compañeras el "Centro Socialista Feminista" y la "Unión Gremial Femenina", asentando de esta manera las bases para la equidad de los derechos de la mujer en la sociedad argentina. Fue una de las organizadoras del Primer Congreso Femenino Mundial en 1910. En ese mismo año fundó también el Ateneo Popular y en 1918, la Unión Feminista Nacional. Esposa de Juan B. Justo y madre de tres hijos, aunó sus esfuerzos para no descuidar su profesión ni su familia, ayudar a los pobres y defender a las mujeres. Fue directora de la revista “Vida Femenina”y aconsejaba a las madres desde el periódico La Vanguardia:”Lea usted algún libro, reflexione sobre su lectura...” Entre sus obras se destacan "La mujer en la Democracia" y "El Socialismo según la definición de Juan B. Justo". Entre 1936 y 1939, cuando la sublevación fascista desgarra España llevándola hacia la guerra civil, participa de mítines y programas radiales mientras organiza campañas de solidaridad de apoyo a la República.
“…ya no retrocedemos como no retrocedió ella cuando se trató de hacer política partidaria o construir la Política que nos compete como ciudadanas. La que promovió desde la Sociedad Luz de Barracas, desde el Congreso Popular de Educación, o desde la Unión Feminista nacional, o en el Comité Pro Paz, en el Congreso Internacional de Obreras y en tantos otros territorios ocupados por los desposeídos y los humillados. Lo que supo y pudo hacer tendiendo puentes entre su maternidad, su militancia política, su profesión y su matrimonio. Mostrando cómo se puede ser feminista y al mismo tiempo militar en política mientras se atiende la profesión, se cuida a los hijos y se acompaña al marido, poseyendo una identidad propia, aún siendo la "señora de". Pudo hacer todo esto en la época en que parecía imposible lograrlo, sin optar entre una y otra pasión. Fue un modo de ser revolucionaria integrando las capacidades de la mujer.” (1)
Preocupada desde siempre por la vigencia de los Derechos Humanos, no podía permanecer ajena a los hechos que se desarrollaban en nuestro país y a los 90 años se erige en uno de los miembros fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos. Antes había hecho lo propio con la Confederación Socialista Argentina y la Fundación Juan B. Justo, las que presidió hasta su muerte. Ella acaece en Buenos Aires, el 12 de mayo de 1986, cuando se acercaba a unos muy lucidos 101 años de edad.
“La confianza en nosotros mismos fortalecerá nuestra identidad y ayudará a descubrir y respetar nuestra verdadera historia, pues respetar nuestra historia y nuestra cultura es crecer con dignidad hacia todos los pueblos del mundo.”
Fue la última princesa mapuche y se destacó por la defensa de los derechos de su pueblo. Nació y se crió en Ingeniero Huergo, una ciudad en la provincia de Río Negro. Vivió en Buenos Aires, pero se decidió a salir al campo y encontrar sus orígenes. Esto dio lugar a que extendiera su repertorio e incluyera temas de autoría propia y de profundas raíces indígenas. “Yo he nacido para cantar mapuche, porque siento que tiene que ser así. He nacido para no estar en silencio, al igual que el resto de mi gente”, afirmaba. En muchos lugares del país hay instituciones o espacios públicos que llevan su nombre, tal es el caso de la Municipalidad de General Roca que llamó Aimé Painé a la plaza de un nuevo barrio de más de 800 viviendas en septiembre de 2003. Existe una biblioteca homónima en Pico Truncado. El nombre del ballet de San Martín de los Andes también le hace honor a esta artista. En Buenos Aires, el Jardín de Infantes Nº 2 del Distrito Escolar 16 de la calle Condarco 3984, lleva su nombre por Ley Nº 969. Aimé Painé falleció en el Paraguay en 1987.
Azucena Maizani nació en Buenos Aires el 17 de noviembre de 1902 y falleció en la misma ciudad el 15 de enero de 1970. Reconocida por su “decir” el tango, hecho de sentimientos y dolor, fue conocida por el seudónimo de “La Ñata Gaucha”. Sus primeras presentaciones fueron en la década de 1920, destacándose su presencia como corista en “El bailarín del cabaret”, de 1923. Enrique Delfino la hizo debutar cantando tangos en la obra de Alberto Vacarezza “A mi no me hablen de penas”. A ella se debe el estreno de tangos famosos como “Soy un arlequín” de Enrique Santos Discépolo, “Organito de la tarde” de José González Castillo y Cátulo Castillo y “Esta noche me emborracho” de Discépolo, pero también – a su manera – compuso algunos que continúan en el repertorio de las cantantes actuales, como “Pero yo sé” y “No salgas de tu barrio”. Actuó en España y Francia, con mucho éxito, admirada sin reservas por Carlos Gardel y muchos cultores del tango de sus tiempos. Sin embargo, las vueltas de la vida la hicieron llegar a su final en decadencia y casi en la pobreza. En la película “Tango”, de Luis Moglia Barth, Azucena aparece cerrando el film con una memorable interpretación de la ”Milonga del 900” con letra del gran Homero Manzi y música de Sebastián Piana, vestida con su tradicional traje masculino.
Madre de Plaza de Mayo. Señalada por Astiz. Desaparecida. El nombre de Azucena, ama de casa que de joven había trabajado en la fábrica Siam, retumba en la noche oscura de la última dictadura militar. El 30 de noviembre de 1976 desapareció Néstor Devicenti, estudiante de arquitectura y Azucena, como hacían otros familiares en esa época, comenzó a deambular por diferentes reparticiones e inició todo trámite y gestión que le permitiera saber algo de su hijo. Como ella, había muchos en idénticas condiciones pero fue esta mujer a la que el terror no la paralizó quien propuso a otras madres que se reunieran, que se organizaran y que tomaran como centro para esas reuniones la Plaza de Mayo, referente de las manifestaciones en nuestra ciudad. Catorce mujeres se encontraron por primera vez en la Plaza de Mayo la tarde del sábado 30 de abril de 1977. De ahí en más comenzaron a reunirse todos los jueves. Recuerda Adela Antokoletz:
“Las primeras rondas nacieron porque la policía les prohibía a las madres mantenerse juntas en la plaza. ‘Retírense!’ –agredían a las madres. Sí, nos retirábamos, para allá, en una diagonal y pegábamos la vuelta y volvíamos por otra. Así es como nace la plaza. Si no hubiese sido por Azucena no sé si hubiera habido Madres de plaza de Mayo. Para todo era ella, nunca faltó. Yo puse también toda mi pasión, venía desde los tribunales de San Isidro de donde era empleada, derecho a la plaza para llegar a las tres y media. Porque a esa hora pasaba un montón de gente. “Ustedes son maestras jubiladas, ustedes por qué se reúnen acá?”, preguntaba la gente. Entonces era la manera, la única manera de difundir y la gente ya avisaría. Cuando empezamos a dar la vuelta iba gente y nos miraba. Y a veces, si llovía nosotras veíamos gente llorando. Se mojaban también, como nosotras, claro. Caíamos con paraguas, con pañuelos, con lo que fuera. Pero vi gente que lloraba. Ya sabían quiénes éramos y a qué íbamos.” (2)
Para ese entonces, Alfredo Astiz se había infiltrado en el grupo que se reunía en la Iglesia de la Santa Cruz haciéndose pasar por hermano de un desaparecido y había marcado el destino de muchos de los que estaban allí. Azucena fue raptada el 10 de diciembre de 1977, el mismo día en que aparecía la solicitada publicada por las Madres de Plaza de Mayo en el diario La Prensa. En julio de 2005, un equipo de antropología forense identificó sus restos.
“La metieron en “capuchita” dentro de la ESMA, con su vestido de mangas cortas, atada y vendada. En las horas siguientes, ella descubrió que allí había otros detenidos y les preguntó sus nombres así, cuando la dejaran libre, avisaría a sus familias. También les dio el nombre de su hijo secuestrado por si alguien sabía algo de él. Pero casi no tuvo más tiempo. Antes de que pasara una semana la sacaron de allí, la subieron a un avión y la arrojaron al mar. Por capricho de las mareas, su cuerpo fue a parar a las arenas de Santa Teresita y quedó enterrada como NN en un cementerio cercano, en donde esperó más de veintisiete años para ‘aparecer’.” (3)
El 8 de diciembre las cenizas de Azucena fueron enterradas en la Plaza de Mayo y cubiertas de azucenas blancas y claveles rojos. En la ceremonia, que presidió su hija, se descubrió una placa con la siguiente leyenda: “Fue mantenida en cautiverio en la ESMA y días después arrojada viva al mar. Sus restos fueron identificados en julio de 2005. Juicio y castigo a los culpables”. Madres de Plaza de Mayo, Línea Fundadora, donó en su memoria una placa que está ubicada sobre su calle a metros de los diques. En la esquina de su casa, en la Av. Mitre y Crámer de la ciudad de Avellaneda, otra placa le rinde honor a esta madre que recibió de Astiz el beso de la traición.
Fue la primera médica argentina (lo cual no es poco) pero encasillarla en la medicina sería una simplificación ya que fue investigadora, docente y escritora. Nació en Buenos Aires el 22 de noviembre de 1859. A los 13 años se inició como maestra rural y se graduó a los 19 como maestra. Cumplidos los 23 años ingresó a la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y siendo todavía estudiante fundó en el ámbito del Círculo Médico Argentino, la primera Escuela de Enfermeras del país, entidad que ella misma dirigió hasta 1913. En 1888 fue nombrada Practicante Menor del hospital Rivadavia. En 1889 se graduó con una tesis sobre ginecología y comenzó a ejercer en el hospital Ramos Mejía. Dedicada de pleno a la salud fundó en 1892 la Sociedad Argentina de Primeros Auxilios. Las discapacidades físicas no quedaron excluidas de su accionar, motivo por el cual colaboró con el establecimiento en Buenos Aires del Instituto de Ciegos. Fue autora de libros y publicaciones. Siempre atenta a la labor docente, introdujo el estudio de la puericultura en el país. Su labor feminista fue importante ya que luchó por los derechos y la equidad social de las mujeres.
Como dijimos sus intereses eran variados. Se sabe que realizó investigaciones sobre la comunidad escocesa radicada en el Partido de Monte Grande, protagonizando un destacado rol en los primeros años de vida del Partido Socialista Argentino, fundado en 1896. Junto a Alicia Moreau de Justo, Elvira Rawson y Julieta Lanteri, quienes entre otras, iniciaron la lucha por los derechos civiles y políticos femeninos, demandaron oportunidades educativas y de trabajo y propusieron reformas al Código Civil en beneficio de la situación de la mujer. En 1910, Cecilia Grierson presidió del Primer Congreso Feminista Internacional de la República Argentina, convocado por la Asociación de Mujeres Universitarias. Allí se analizaron temas como la situación de las mujeres en la educación, la legislación, el abandono de los hijos, la necesidad del sufragio femenino, entre otros. Estas luchas reivindicativas tuvieron éxito recién en 1926, cuando se reformó el Código Civil con la incorporación de muchas de las demandas acerca de la condición de la mujer en el país, como la posibilidad de disponer de sus propias ganancias, formar parte de sociedades civiles o mercantiles, etc. La primer médica de toda América del Sur murió el 10 de abril de 1934 en Córdoba, tras haber pasado allí sus últimos años. En su homenaje, al año siguiente se impuso su nombre a la Escuela de Enfermería de la Ciudad de Buenos Aires, que ella había fundado.
Carolina Elena Lorenzini nació el 15 de agosto de 1899 en la actual localidad de Alejandro Korn, en la provincia de Buenos Aires. La “aviadora gaucha” era muy querida por el pueblo de La Pampa, que ella visitaba con cierta asiduidad con su avión. Fue una adelantada en la lucha de la mujer por ocupar un lugar en la sociedad junto al hombre. Carola tenía una manera de ser mujer en la Argentina de los años 30 y principios de los 40 que la distinguía. Además de aviadora, era atleta, jinete, jugadora de tenis, lanzadora de jabalina. Pero también se la recuerda como una mujer de pueblo. Esta hija de inmigrantes era incapaz de aceptar las diferencias sociales. El 13 de noviembre de 1935 se transformó en la primera mujer que cruzó por aire el Río de la Plata. Con su avión Fleet 51y sin brújula, Carola aterrizó en terrenos cercanos a Carmelo. Había comenzado su carrera de aviadora poco antes, en el año 1931, cuando fue aceptada en el Aero Club Argentino, cuando la aviación era categóricamente masculina. Dos años más tarde obtuvo su carnet de piloto civil. Pero su gran pasión fue la acrobacia... Junto a su maestro Santiago Germano formó un dúo de aviadores acróbatas que ofreció espectáculos en Argentina, Brasil y Uruguay. En 1939 la revista Vosotras la destacó como una de las ocho mujeres del año y en 1940, al lograr unir las catorce provincias argentinas, llegó a la tapa de la revista deportiva de la editorial Atlántida, El Gráfico. El 23 de noviembre de 1941 todo el país se conmovió ante la muerte trágica de Carola Lorenzini. Dado que por lazos familiares y amistosos estuvo vinculada a algunas comunidades pampeanas, entre ellas la de General Acha, allí se sintió con mucho dolor la noticia de su trágico fin en el aeródromo de Morón. Lorenzini era experta en el ‘looping’ invertido, especie de voltereta en la que se desafía la gravedad. Esta vez el looping invertido fue desbaratado por la muerte. El 24 de noviembre de 2001 el Correo Central Argentino lanzó una serie de estampillas que homenajean a dos pioneros de la aviación en la Argentina: junto al piloto de origen francés Jean Mermoz, se recuerda a la entrañable Carola Lorenzini.
“Si las guerras por predominio económico o territorial –rapiñas encubiertas bajo el nombre de misiones civilizadoras– pueden aún asolar a la humanidad, si la maternidad en ciertas condiciones es todavía un crimen social y hay millones de inocentes que no disfrutan del cariño y protección de los genitores y sufren cual criminales el desprecio social, es porque la mujer es cobarde o es insensible o es ignorante de su propia fuerza y deber. Basta ya de guerras que siegan las vidas que nosotras damos con peligro de la vida nuestra...“ (4)
Impresiona la actualidad que conservan estas duras palabras de quien fuera la tercera médica argentina. Nacida en Junín el 19 de abril de 1867, recibió su título en 1892, orientando su práctica médica hacia las mujeres y los niños. Se desempeñó como docente en Higiene y Puericultura. Durante la revolución del 90 debió atender a heridos de ambos sectores y recibió el reconocimiento público del doctor Leandro N. Alem. En 1916 fundó en Uspallata, en la provincia de Mendoza, la primera colonia de vacaciones, institución dedicada al cuidado de niños débiles. De esta manera, lograba el apoyo del gobierno para una de sus grandes preocupaciones, los niños discapacitados y ponía al servicio de los mismos sus conocimientos en materia de pedagogía, sanidad escolar y protección de la niñez. Una de sus primeras propuestas, fue la obligatoriedad de la "copa de leche" en las escuelas. En 1918 se casó con Manuel Dellepiane y tuvo diez hijos. Fue una de las grandes feministas de principios de siglo. En 1919 fundó junto a mujeres que respondían a un amplio espectro ideológico, la Asociación Pro Derechos de la Mujer. Luchó por el reconocimiento de su género no únicamente a nivel científico sino también en la sociedad y más aún en la familia, ya que abogó entre otros temas por el divorcio vincular. Falleció en Buenos Aires en junio de 1954.
Nació en Rosario en 1861. Los hombres que la rodearon fueron periodistas por lo cual la producción de la escritura le fue familiar desde su infancia rosarina, donde su padre, Federico de la Barra, reunía en su casa a personajes acreditados en el mundo intelectual. Sus dos maridos, Juan de la Barra, primero y Julio Llanos, en segundas nupcias, compartieron el oficio. A partir de1904, se refugió en la literatura mitigando el dolor por la pérdida de Juan de la Barra y no le fue nada mal. El caso es que en 1905 se conoció Stella, novela que en primera instancia aparece anónima pero que luego firma con el nombre de César Duayen. El éxito es tal, que se convirtió en el primer “Best séller” en nuestro país. Al año siguiente publica Mecha Iturbe, que no logró la repercusión de la novela anterior. Esta maravillosa narradora también escribió un libro de lectura para niños, El Manantial, de 1908. Fuera de la ficción Emma de la Barra soñó con la creación de un barrio obrero próximo a La Plata conocido como "Las mil casas" en el cual proyectó la construcción de una escuela y un teatro, sin embargo no le fue tan bien como en la literatura. La utopía fracasó y perdió parte de su fortuna. Pero también activó empresas que sí resultaron, tal es el caso de la fundación de la “Sociedad Musical Santa Cecilia” para encauzar el entusiasmo de los aficionados a la música, la primera escuela profesional de mujeres; la “Cruz Roja Argentina”, que fundó en unión con Elisa Funes de Juárez Celman, esposa del presidente Miguel Juárez Celman, en las postrimerías de su gobierno, jaqueado por la revolución de 1890; la exposición de obras de arte y joyas que organizó en 1893 con Delfina Mitre de Drago, con fines benéficos y que permitió admirar las más hermosas expresiones artísticas que había entonces en colecciones privadas. (5) Incursionó en el periodismo y sustituyó a su marido, Julio Llanos, en las notas que enviaba en 1915 desde París al diario La Nación durante la segunda Guerra Mundial. Eleonora, su tercera protagonista femenina apareció en forma de folletín en la revista El Hogar a principios de 1933 y siempre bajo la firma de César Duayen. En un reportaje que esta revista le hizo la autora comentaba : ”Hace un cuarto de siglo las mujeres ocupábamos una situación especialísima dentro del ambiente social. No se concebía la posibilidad de que transpusiera los límites del hogar sin que violara los más elementales preceptos de su organización. Cómo iba a atreverme a firmar una novela? Qué esperanza!. Era exponerme al ridículo y al comentario..” (6) Falleció en Buenos Aires en 1947.
Nació en Buenos Aires el 25 de marzo de 1795 y era hija de Teodora de Arguibel y Juan Ignacio de Ezcurra. (7) Se casó con Juan Manuel de Rosas el 16 de marzo de 1813 y fue su fervorosa colaboradora, ya que sentía por su marido una devoción ciega e inconmovible. Actuó en circunstancias difíciles, haciéndose imprescindible para manejar algunos asuntos de gobierno por su fanatismo, y también intervenía en los temas comerciales de su marido. Su intervención fue decisiva en 1833, cuando se produjo la llamada Revolución de los Restauradores que dio por tierra con el gobierno de Balcarce y preparó el ascenso de Rosas al poder.
“Quiero a Buenos Aires de luto!. Luto para hombres, niños y mujeres. Quiero iglesias, casas, barcos, edificios y caballos enlutados. Quiero ver el luto en pobres y encumbrados. Meses y meses de luto para que no la olviden los que más la amaron y para que no se sientan liberados de ella los que desearon su muerte...Estuve con ella veinticinco años!. Me amó con devoción durante veinticinco años!...“.(8)
Gozaba de enorme popularidad entre el pueblo, al que protegía y halagaba, recibiéndolo en su casa, asistida por su hermana María Josefa Ezcurra. De gran ayuda en los temas de gobierno, la fidelidad a su marido más de una vez la llevó a convertir a sus contertulios de cualquier clase social en delatores. No en vano el joven unitario Esteban Echeverría, se referirá a Encarnación como “la heroína del matadero”. Falleció en Buenos Aires el 20 de octubre de 1838. La desaparición y el sepelio de quien recibiera el mote de “Heroína de la Santa Federación” dará lugar a grandes demostraciones de duelo.
Nació el 7 de octubre de 1869, en Odessa, a orillas del Mar Negro, Rusia. Creció en un ambiente convulsionado por el rechazo al régimen zarista. Cuando tenía dieciocho años se recibió de maestra en la escuela Normal de su ciudad natal. También estudió música, teatro y danza y muy pronto participó en su país en la política clandestina. Siguiendo los caminos del exilio se instaló con su marido en Italia. Este pronto falleció y junto con su hija Victoria se trasladó a la Argentina, instalándose en Colonia Clara, provincia de Entre Ríos, donde la mayoría de sus habitantes eran judíos. Allí fundó una biblioteca y enseñó a leer español a los habitantes. Además estudió italiano y francés, dedicándose a las traducciones. Relacionada con directores de revistas en el extranjero, a través de ellos fue invitada a la Universidad de Lausana, en Suiza, donde estudió entre 1897 y 1898; luego fue a Francia y concluyó sus estudios en la Sorbona. Se especializó en Pedagogía siguiendo el método educativo frobeliano, revolucionario para esos tiempos. Educarse no le impidió seguir de cerca el desarrollo de las luchas obreras. Entre otros intelectuales revolucionarios de la época, Fenia mantuvo intercambios epistolares con Rosa Luxemburgo, quien con Karl Liebknecht formara el ala izquierda del partido Socialista Alemán. Junto a sus hermanas obtuvo la ciudadanía argentina. Instaladas en Buenos Aires, en la casa de Enrique Dickmann, afiliado al Partido Socialista, Fenia conoce al Dr. Nicolás Repetto, con quien se casa. En tanto, el fundador del partido, Dr. Juan B. Justo, en su primer matrimonio, lo hace con Mariana y la otra hermana, Adela, lo hace con Adolfo Dickmann. Tres casos en que los ideales en común llevan a la unión.
El 19 de abril de 1920 fundó con sus hermanas y con Raquel Mesina y Gabriela Laperriére de Coni el Centro Socialista Femenino y la Unión Gremial Femenina.
“El Centro Femenino es la única agrupación donde las mujeres, sin prejuicio de ninguna clase y con un programa claro y definido, llenan su existencia no solamente con las tareas del hogar y del trabajo sino que amplían sus horizontes con la obra fecunda por la emancipación económica, política y social de la clase proletaria y, por consiguiente, de la misma mujer.”
Fenia Chertkoff participó activamente de las primeras huelgas obreras. Colaboró además en la organización de las trabajadoras telefónicas, textiles, del comercio y de las fábricas de alpargatas, entre otros gremios. Con esas luchas, contribuyó a la sanción de las leyes de descanso dominical para trabajadoras sombrereras, y la “ley de la silla”, denunciando la explotación laboral de los menores de ambos sexos en industrias como la fosforera o la tabacalera, las pésimas condiciones de salubridad de las instalaciones fabriles y las jornadas sin límites de día ni horarios. Falleció en la ciudad de Buenos Aires el 31 de mayo de 1927.
Salteña nacida en 1819 supo inscribir su nombre en una familia de hombres destacados. José Ignacio Gorriti, guerrero de la independencia y amigo de Martín de Güemes, fue su padre. Sus tíos no tuvieron menor peso. Ellos fueron Pachi Gorriti, popular caudillo y el culto sacerdote doctor José Ignacio Gorriti. Como tantas otras mujeres debió seguir a su familia en el exilio, en este caso a Bolivia. Allí se casó con Manuel Isidoro Belzú, caudillo que llegó a ser presidente de ese país en el período 1848/1865 y del que Juana Manuela se separó, desafiando los prejuicios sociales. Buscando un sitio que la acogiera llegó a Lima con sus hijos. Allí tuvo actividades docentes, literarias y sociales. La Quena (leyenda peruana) fue dedicada a las limeñas:
“Hijas de Lima, a vosotras cuya adorable bondad iguala a vuestra deslumbradora belleza, y cuya dulce voz y mano cariñosa han calmado mis penas y enjugado mis lágrimas, cuando, como el héroe de mi leyenda, vine con el corazón lleno de tristeza y desaliento a pedir a vuestro país un poco del reposo que me era negado en el resto de la tierra, a vosotras consagro este pequeño ensayo literario.” (9)
Perú es en efecto su lugar en el mundo, el que ella elige, Bolivia le dará la posibilidad del matrimonio y la maternidad, mientras que la Argentina será el principio y el fin de su vida, el Alfa y el Omega. En Perú se la reconoce como escritora y se la respeta. Fue una animadora de la vida cultural, de modo que dirigió revistas, escribió en diarios y organizó las famosas veladas literarias. Sueños y Realidades, es considerado por la crítica el mejor de sus libros. Éste y todos los siguientes la signan como la primera novelista argentina y nuestra principal escritora del siglo XIX. En lo Íntimo, obra que escribe hasta 1892, año de su muerte, evoca la leyenda de su vida.
“Juana Manuela Gorriti, como la gran diva del movimiento literario argentino (y acaso latinoamericano) decimonónico, es la mujer del desafío y la ternura. Provocativa y maternal a un tiempo, consciente de su rol, de las determinaciones de su sexo, de las construcciones que en torno a él hacen sus contemporáneos...” (10)
Nació el 25 de junio de 1819 y si bien es indiscutible su aporte como educadora, anclarla únicamente en este rol es minimizar la estructura de esta mujer que escapa a los parámetros de su siglo. Juana debió seguir a su familia en el exilio durante el gobierno de Rosas, razón por la cual vivió en Uruguay y Brasil. En 1841 creó en Montevideo el Ateneo para Señoritas, a la vez que comenzó a publicar sus poemas en los diarios El Nacional y El Constitucional. Ya casada con el violinista Francisco de Saá Noronha viajó por Estados Unidos y allí tomó contacto con las educadoras Elizabeth y María Peabody, quienes dirigían un jardín infantil en Boston. Juana Manso se ocupó de la educación de las mujeres y los niños, que tienen un lugar central en su ideario. Dice Juana en 1854, divorciada de Noronha luego de un desventurado matrimonio:
“...Quiero probar que la inteligencia de la mujer, lejos de ser un absurdo o un defecto, un crimen o un desatino, es su mejor adorno, es la verdadera fuente de su virtud y de la felicidad doméstica”.
De regreso en la Argentina luego de la caída de Rosas, Domingo Faustino Sarmiento, su aliado y protector, la convocó a participar de la creación del primer colegio mixto, del que fue rectora. Hacia 1851 publicó su primer semanario, El Jornal da Senhoras, que contenía poemas y crónicas sociales que se complementaban con artículos destinados a la formación de la mujer. Conocedora de la teoría de Froebel, la divulgó en la revista Los Anales de la Educación Común, que también dirigió entre 1865 y 1875, promovida a ese cargo por Sarmiento. Durante esos años también escribió el Compendio de la Historia de las Provincias Unidas del Río de la Plata, un ambicioso manual de historia con lenguaje accesible para los niños. Los Misterios del Plata es una novela histórica cuyo tema es la dictadura de Rosas pero, a pesar de que cultiva casi todos los géneros –ya que también publicó teatro y poesía–, prevalece su interés por la pedagogía. Difusora de la lectura, se aventuró a afirmar: ”No adaptemos el libro por su aridez, repetición e insulsez a la tortura del espíritu movible y curioso de los niños. Libros que causan hastío y no se comprenden son malos apóstoles de la propagación de la lectura.” Del epistolario que mantiene con Sarmiento, se destaca el pedido de una ley de educación y formación docente. Durante la presidencia de este último, Juana Manso promovió la creación de bibliotecas, distribuyó los anales, desterró los castigos corporales, introdujo la enseñanza del inglés e impulsó su método que basa el aprendizaje en la observación y la reflexión. Falleció en 1875 cuando vencida por la enfermedad cesaron sus múltiples actividades y fue enterrada en el Cementerio de Disidentes, ya que se había convertido al protestantismo en 1865. Sus restos fueron trasladados recién en 1915 al Panteón del Magisterio en el Cementerio de la Chacarita. (11)
Nació en un pueblo del Piamonte, en Italia, el 22 de marzo de 1873 y llegó a la Argentina junto con sus padres, con escasos seis años de edad. En una época en que muy pocas mujeres optaban por los estudios universitarios, ingresó en 1896 a la Facultad de Medicina, sorteando las dificultades que todavía reinaban en la carrera para el género femenino. A los 36 años, cuando era vista como una solterona, Julieta se casó con un hombre 14 años menor y completamente desconocido en los ambientes que ella solía frecuentar. Un ejemplo de aquella trasgresión que fuera una constante en su vida, que la llevó a alinearse a las corrientes librepensadoras de su época. En 1907 se convirtió en la sexta mujer graduada en medicina en nuestro país. Su deseo profesional fue la especialización en salud mental y por este motivo quiso ingresar a la cátedra de Psiquiatría. Su pedido fue rechazado utilizando como pretexto su condición de extranjera, pero Julieta no se desanimó y además de conseguir la ciudadanía, supo defender sus derechos y logró a fuerza de estudiar las leyes vigentes, concluir que las normas no permitían que la mujer votara pero no vedaba que fueran elegidas. Eso la lleva a luchar por votar en las elecciones del 23 de noviembre de 1911, lo que logra luego de largos enfrentamientos, pues reunía los requisitos para poder emitir su voto. Pero pasarían más de cuarenta años para que el voto de la mujer se convirtiera en un derecho real en todo el país, ya sin necesidad de librar ese tipo de batallas. En 1920 organizó junto con Alicia Moreau de Justo un simulacro de votación femenina en el que participaron más de 4000 porteñas y continuó presentándose como candidata hasta que el golpe militar de 1930 inició el camino de la destrucción de la democracia en la Argentina. Formó el Partido Feminista Nacional y en 1919 se postuló como diputada nacional. “En el parlamento una banca me espera, llevadme a ella”, era su lema. Dos años antes de su muerte todavía continuaba presentándose como candidata. Reclamó, durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, hacer el servicio militar y conseguir así una libreta de enrolamiento que permitiera su incorporación a los padrones electorales. Desempeñó una cátedra de Ciencias Naturales en la Escuela Normal Nº 3 y no contenta con todo lo que de poco tradicional tenía su vida, poco antes de fallecer se inscribió en la Escuela de Aviación. (12) Murió sorpresivamente en la tarde del 23 de febrero de 1932, en un accidente automovilístico en Diagonal Norte y Suipacha, dos días después de asumir la presidencia de la república el general Agustín P. Justo. Algunos autores sospechan que tal accidente podría haber sido intencional.
Nació en Salta en 1787. Era hija de María Magdalena Goyechea y de la Corte y de Gabriel Güemes Montero, tesorero de la Real Hacienda y hermana de quien sería con el tiempo el caudillo Martín Miguel de Güemes, a quien apoyó en las luchas por la independencia de nuestra Patria.
“...arrogante y hermosa, que durante el gobierno difícil de la guerra, habría de llevar la armonía a las pasiones, la prudencia y el acierto en los consejos, la luz en los momentos más delicados del peligro y una sagacidad e inteligencia nobles y generosas en la diplomacia, acompañado todo ello de la seducción y el encanto que se desprenden de la mujer inteligente y culta.“ (13)
Magdalena, casada a los 16 años en 1803, llevaría desde entonces el apellido de su marido, Tejada, aunque era conocida popular y simplemente como “Macacha” Güemes. Poco después de la Revolución de Mayo, convirtió su casa en taller para confeccionar los uniformes de los soldados patriotas comandados por su hermano, ocupados en la vigilancia de las incipientes fronteras del norte argentino. Entusiasta colaboradora en las acciones que desarrolla su hermano, éste supo sacar partido de su inteligencia, de su habilidad política y de su disposición para enfrentar objetivos de riesgo, especialmente cuando los ejércitos realistas ocuparon la ciudad de Salta. Por medio de sus gestiones se llegó a la paz de los Cerrillos, luego de las tensiones entre Güemes y las fuerzas de Buenos Aires al mando del general José Rondeau. Estaba en la Quebrada de la Horqueta junto a su hermano, cuando una partida realista consiguió herirlo de muerte, el 17 de junio de 1821. Sobrevivió largos años a su hermano, falleciendo en su provincia natal casi octogenaria, el 7 de junio de 1866.
Si bien no hay precisión sobre la fecha de nacimiento, el dato más aceptado es que nació en Quito en 1797. Fue la compañera leal del libertador Simón Bolívar, por quien abandonó a su marido James Thorne con quien vivía en Lima. En 1823 fue incorporada al Estado Mayor de Bolívar, se encargó de los papeles personales del libertador y se la honró con el grado de Coronela. En dos oportunidades Manuela desbarató conspiraciones para matar a Bolívar motivo por el cual se la llamó “libertadora del libertador”.
Sin embargo, cuando la muerte lo encontró en 1830, esta audaz mujer tenía más de un enemigo para hacerle frente. En 1834 se la desterró de Colombia, estuvo en Jamaica y en Guayaquil de donde también tuvo que huir. Por último se estableció en Paita, al norte del Perú donde murió de difteria en 1856. Tanto su cadáver como muchas de sus pertenencias fueron quemadas para evitar el contagio, de esa manera se perdió la correspondencia que había mantenido con Bolívar. En agosto de 1988, fue localizado el lugar donde se encontraban sus restos, en el cementerio de aquella población. La identificación fue posible gracias a que se encontró la réplica de la cruz que siempre portaba, la cual la identificaba como la compañera del Libertador.
María de los Santos Sánchez, más conocida como Mariquita Sánchez de Thompson y Mendeville, nació en Buenos Aires en 1786. Mujer de firmes decisiones llegó hasta el Virrey Sobremonte en 1804 para defender la relación amorosa con su primo, Martín Thompson, que peligraba por la intromisión de su madre, Magdalena Trillo, quien ya tenía un marido en vista para su hija. El marqués de Sobremonte otorgó el permiso a esta joven pareja para formalizar la relación y contrarió la autoridad paterna por considerarla arbitraria.
Se dice que el escritor español Leandro Fernández de Moratín se inspiró en este caso para escribir “El sí de las Niñas”, obra estrenada en 1805, que defiende la libre elección de las parejas. Como vemos, desde el principio su lucha individual fue pública. El salón de los Thompson era un centro de cultura acreditada. Mariquita, mujer de ideas claras e independientes, recibía a sus conciudadanos en la casa de la calle del Empedrado, actual Florida. En 23 de octubre de 1968, el escritor Manuel Mujica Láinez la recordaba en el diario La Nación con las siguientes palabras: (14)
”Cerráronse sus ojos en Buenos Aires, hace hoy exactamente un siglo. Ninguna mujer argentina se le equiparó en todo el andar de la pasada centuria. La evoco y al conjuro de su personalidad, su tiempo revive, porque Mariquita Sánchez de Thompson y Mendeville estuvo en el centro mismo de su época (...) derrotando a la cronología, por algún misterioso privilegio, algunas de las horas más felices de mi adolescencia se vinculan estrechamente con la dama cuyo encanto vence el plazo mortal. Son las que transcurren en la quinta de Beccar Varela que le perteneció y que sigue siendo de los Beccar Varela. Allí junto al poético paseo de los ombúes (...) tengo la certidumbre de haber escuchado, de chico, cuando el desvelo no me dejaba dormir bajo el mosquitero espectral, el susurro de un vestido de seda, extendido sobre la campana de miriñaque, durante el minuto en que los fantasmas vuelven a mirarse en los espejos vacíos. Más tarde, al correr de los años, cuando las circunstancias establecieron un parentesco entre los míos y la gran mujer que recuerdo hoy, pude adentrarme en su intimidad y sentirla aún más próxima, mientras fui valorando su gracia refinada a través de los objetos que conservan sus descendientes o que se han diseminado en museos y colecciones.”
Como tantos otros Mariquita Sánchez de Thompson –luego de enviudar, señora de Jean-Baptiste Washington de Mandeville–, se exilió en Montevideo durante el gobierno de Rosas. Resultó ser un símbolo del diálogo auténtico y de la sociabilidad, enfocados hacia los temas nacionales, durante los largos ochenta y dos años de su existencia. Preocupada por la educación, nada fue ajeno a su mirada perspicaz. Sus opiniones, sugerencias y consejos eran escuchados con atención por las generaciones con las que convivió, y los hombres públicos de su tiempo que la respetaron la contaron, y se contaron, entre sus contertulios más respetados. Fue capaz de enfrentarse con Rosas y con Sarmiento, su amigo de la madurez, temperamentos fuertes si los hubo en nuestra historia. Su abundante epistolario y sus Recuerdos del Buenos Aires Virreinal, nos permiten acercarnos a aquellos tiempos, para saber cómo era la sociedad porteña. Mariquita falleció en su ciudad natal el 23 de octubre de 1868.
“Yo tenía dos desventajas: ser judía y ser mujer... No puedo negar que haber nacido judía me marcó... aunque mi familia era judía asimilada, de hecho atea, de alto nivel económico... el antisemitismo alemán y austriaco influyó en nuestras vidas ya mucho antes del nacionalsocialismo.”
Nació en Viena en 1910. Un año antes de graduarse en medicina, título que obtuvo en 1935, se apasionó por la psiquiatría. Su interés por la psicología social surgió en un contexto de gran inestabilidad. Durante la guerra civil española, se trasladó a España para colaborar con los republicanos. Latinoamérica fue su refugio cuando debió huir de Europa perseguida por el nazismo.
En Buenos Aires fundó en 1942 la Asociación de Psicoanalistas de la República Argentina de la que tomaría distancia a fines de 1971. En 1972 desarrolló con Silvia Berman un modelo clínico–docente en el servicio de psicopatología de un hospital del Gran Buenos Aires, en el que ofrecía formación a psiquiatras y psicólogos jóvenes, coordinando terapias grupales con pacientes del barrio obrero cercano. Fue perseguida por la dictadura militar y se exilió en México hasta que en 1987 regresó a Buenos Aires, donde murió. “Sus escritos abarcan un amplio espectro de intereses que se perfilan a través de su historia, y atestiguan acerca de su estilo de intenso compromiso y profunda dedicación.” (15)
Escritora porteña nacida en 1925. Fue una de las narradoras más reconocidas de la década del 70. Entre otros pasajeros, participó del vuelo del primer regreso de Juan Domingo Perón, en junio de 1972, pero sus vaivenes políticos abarcaron un recorrido que va desde la proximidad al presidente Arturo Frondizi hasta el coqueteo con el genocida almirante Emilio Eduardo Massera –que comandara la Armada Argentina entre 1975 y 1980- y sin duda se proyectaron en su literatura. “En sus obsesiones políticas, como en todo , era muy contradictoria –reflexiona con indudable justicia Isidoro Blaisten –pero si se analiza la historia argentina, yo no sé quién tiene derecho a opinar sobre las contradicciones de los demás.” (16)
“La alfombra roja”¨, “La señora Ordóñez” , “Al Vencedor”, “Cuentos de colores”, “Informe bajo llave” son algunos de los títulos de las novelas de esta escritora que, obsesionada por el paso del tiempo, decidió terminar con su vida en 1985.
Nació en 1899. Maestra Normal Nacional y Profesora Superior de Ciencias Naturales. Si bien inició su labor educativa organizando cursos de perfeccionamiento docente, en 1965 llegó a fundar el instituto Summa en el barrio porteño de Caballito, que en la actualidad abarca desde el nivel inicial al terciario. Discípula y heredera de la producción cultural de Rosario Vera Peñaloza, se dedicó a la escritura de cuentos infantiles y de libros de lectura. También fue autora de textos pedagógicos sobre la enseñanza de la lengua. “No es posible que el niño se aparte de su medio para entender al maestro: debe ser éste quien haga el trabajo de adaptación y penetre en el mundo de los niños, para ir a encontrarlos en su ambiente natural.”, afirmó Martha Salotti, quien murió en 1980.
Doña Micaela Bastidas y Puyucawa nació en el año 1745, oriunda del pueblo de Pampamarca. Su belleza no fue estrictamente andina, también influía una parte de su sangre, que era africana, lo que motivará que tiempo después los enemigos la trataran de "zamba".
Contrajo matrimonio el 25 de mayo de 1760 con José Gabriel Condorcanki, Tupac-Amaru (que en lengua quechua significa “serpiente resplandeciente”), en la iglesia del pueblo de Nuestra Señora de la Purificación de Surimana, cuyo altar mayor se ha preservado hasta nuestros tiempos. Este matrimonio llamado a convertirse en histórico, fue de españoles desde el ángulo social, indio desde el curacal (17) y mestizo desde el racial. Tuvieron tres hijos: Hipólito, nacido en Surimana en 1761, Mariano, en Tungasuca en 1762 y Fernando, nacido en la misma localidad en 1768. A fines de 1766 José Gabriel comenzó a reclamar su reconocimiento oficial como cacique y pedir la ratificación de su calidad de legítimo descendiente del Inca Túpac Amaru. Además del título recibió como herencia 70 piaras de mulas con las que se dedicó al transporte de mercancías. Levantándose en queja por el inhumano trabajo obligatorio en las minas a que eran sometidos los indios, la Audiencia de Lima respondió con una negativa rotunda. Ante esto José Gabriel decidió adoptar medidas más radicales, en concordancia con su hondo espíritu de justicia social . En 1780, año en que se proclamó “soberano”, apresó y ejecutó al corregidor de la ciudad de Tinta. Se inició así la más importante de las rebeliones de masas en el imperio español de América. Los indios del virreinato del Perú se sublevaron acompañándolo. Los españoles no pudieron impedir que los rebeldes se reunieran dirigiéndose a Cuzco. Sin embargo, por falta de municiones no pudo ser tomada y Tupac Amaru se retiró con sus fuerzas. Micaela, mujer de fuste, no dudó en seguir a su marido en el levantamiento ni en arengar al pueblo dándole a conocer los motivos del mismo. Integró el Consejo de los Cinco (que lo asesoraba) y mantuvo viva con sus proclamas la fe en la revolución. El historiador peruano Valcárcel comenta que “…el papel que desempeñó doña Micaela Bastidas Puyucawa tiene capital importancia para conocer la rebelión de Tinta. Puede asegurarse que, desde el primer momento, ella fue el principal consejero de Túpac Amaru, junto al rumoreado Consejo de los cinco. Y aunque el caudillo actuó mediante decisiones propias, por sus ideas e iniciativas aparece la figura de esta enérgica y prócer mujer con los caracteres de un personaje de valor innegable.” (18) El movimiento produjo conmoción, grandes transformaciones y amplias resonancias en toda la América española. La consecuente actitud de Tupac Amaru y su valentía confiere a su lucha un innegable valor. A pesar de haber organizado un ejército compuesto de 10.000 indios, el inca sufrió la derrota antes de poder asegurar sus posiciones. Fue tomado prisionero y entregado a los españoles por un traidor. La sentencia, que fue cumplida el 18 de mayo de 1781 condenaba
"…a José Gabriel Túpac Amaru a ser sacado… arrastrado hasta el lugar del suplicio para que contemple la ejecución de su mujer, Micaela Bastidas, de su hijo Hipólito, su tío Francisco, su cuñado Antonio Bastidas y algunos de sus principales capitanes, concluidas esas ejecuciones, se cortará al Inca por mano del verdugo la lengua y después, amarrado y atado por sus brazos y pies con cuerdas fuertes para atarlas a las cinchas de cuatro caballos, que tirarán cada uno en dirección a las cuatro esquinas de la plaza, de modo que sea descuartizado el cuerpo, llevando sus partes al cerro de Picchu para ser quemadas en una hoguera preparada, echando sus cenizas al viento, su cabeza se remitirá y expondrá al pueblo de Tinta, siendo exhibida por tres días en la horca, uno de sus brazos será remitido al pueblo de Tungasuca, donde fue cacique, con el mismo objeto, el otro a la capital de la provincia de Carabaya, una pierna al pueblo de Livitaca y la restante a Santa Rosa, en la provincia de Lampa. La sentencia será leída por los corregidores o justicias territoriales con la mayor solemnidad por bando. Las casas del reo serán arrasadas a la vista de los vecinos, sus bienes confiscados y se falla también que los individuos de su familia que no han caído en manos de la justicia, queden inhabilitados para adquirir, poseer o pretender herencia alguna o sucesión".
Si algunos fueron sólo ahorcados, a Micaela Bastidas no se le ahorró sufrimiento: se le aplicó la pena de “garrote vil”, pero después de obligarla a ver el suplicio de su hijo.
Docente que desarrolló hasta 1950 una de las experiencias pedagógicas más ricas de la primera mitad del siglo XX. “La escuela viva”, como ella prefería llamarla fue un aporte fundamental para el avance de la historia de la educación argentina, ya que centró la enseñanza en el respeto al alumno y su capacidad creadora. En 1935 se la nombró directora de la escuela Dr. Gabriel Carrasco, en Rosario. Allí produjo una importante modificación. Llegó junto con su hermana, Leticia, que se desempeñó como maestra. Los alumnos eran evaluados por sus logros. El cariño fue motor del aprendizaje para estos chicos que recibieron visitas de notables personajes de la época, tal es el caso de Gabriela Mistral, Juan Ramón Jiménez y Javier Villafañe que se fueron maravillados de esta institución. La “señorita Olga” fue retirada de su cargo en un contexto político conservador y antipopular. Su escuela fue clausurada en agosto de 1950. Ella destacó que la escuela pública era el ámbito apropiado para la vida en democracia. El cineasta rosarino Mario Piazza realizó un documental en 1991 sobre esta experiencia al que llamó La Escuela de La señorita Olga.
Nació en Baradero en 1866. Recibida de maestra decidió viajar a Suiza donde estudió medicina. En 1893, una vez que hubo revalidado su título en la Universidad de Buenos Aires, integró la Asociación Médica Argentina. Atendía sus consultas en la calle Victoria (hoy Hipólito Yrigoyen) 1387. Se sabe más de su lucha por los derechos de la mujer que de su actividad profesional. En 1901, fundó junto a otras mujeres la Asociación de Universitarias Argentinas, la entidad que luego concretaría el Primer Congreso Femenino Internacional, la Liga contra la Trata de Blancas y diversas asociaciones feministas que lucharon por la institución del voto femenino. Por otro lado, dirigió la revista Nuestra Causa, el órgano de expresión de estas corrientes feministas desde su creación hasta marzo de 1920. Petrona Eyle falleció en 1945.
Nacida en Italia en 1894 y llegó al país en 1901, acompañando a su familia. Fue una de las grandes actrices de la escena porteña. En 1904 comenzó a trabajar en el teatro El Nacional y recién en 1930 debutó en cine con Adiós Argentina. Integró los elencos del legendario circo de los hermanos Podestá y completó su formación actoral con Don Roberto Casaux. Se destacó tanto en teatro como en el cine de su tiempo donde filmó catorce películas entre las que recordamos Mosquita Muerta,1946, El morocho del Abasto,1950, El centrofoward murió al amanecer, 1961, No toquen a la nena, 1976, hasta la postrera El fantástico mundo de María Montiel de 1978. Su última presentación teatral la realizó en la temporada 1953–1954 en el teatro “Presidente Alvear” con El patio de la morocha. Afirman los críticos que su mayor éxito teatral fue La Gallina Clueca y es de especial recuerdo un trabajo junto a las inolvidables Olinda Bozán y Pepita Muñóz en Las Alegres Comadres del Barrio, una parodia de la obra tradicional de William Shakespeare. Abordó la comedia con gran inteligencia y soltura, demostrando también sus valores en memorables papeles dramáticos. En la televisión la actriz protagonizó numerosos ciclos. Fue íntima amiga de Eva Duarte, a quien le brindó su afecto incondicional y su lealtad. Evita había actuado para la Compañía de Pierina Dealessi durante todo el año 1938 y luego en otras oportunidades. Pierina falleció en 1983.
Nació en Buenos Aires el 22 de abril de 1902. La Academia Nacional de Bellas Artes la contó entre sus alumnas. Allí se graduó de profesora de dibujo en 1922. Obtuvo dos años más tarde el Tercer Premio en el Salón Nacional por la obra Mis vecinos, pero recién en 1928 llegaría su primera exposición individual, realizada en la galería Müller de nuestra ciudad. Se perfeccionó en Europa, estudiando en París con Othon Priesz. Sus cuadros alcanzaron hondo dramatismo cuando entró en contacto con la realidad de la Guerra Civil española.
"Yo comencé a pintar realmente, cuando estalló la guerra en España. La tragedia material y espiritual comenzó en España para desparramarse luego por el mundo",
En 1936 se casó con el escultor Alfredo Bigatti (19-7-1898 / 25-3-1964), a quien dedicó cuando su fallecimiento en 1965 el mural denominado El viaje sin retorno, en el que expresa su concepción con la fórmula -allí inscripta- L+A=V y L-A=M (L : lucha; A : amor; V :vida; M :muerte). Obras como Presagio y Mujeres del Mundo, de 1938, refieren al dolor y al sinsentido de la guerra. Esta última obra responde al estilo propio de la pintura mural y es un alegato contra la violencia. Hacia la década del cincuenta vuelve el color y la luz a sus obras. Su paleta se modificó y se encaminó hacia la neofiguración durante los años 60. Fue la primera pintora de la era espacial. A partir de 1957, y hasta su muerte, Forner ejecuta sus series del Espacio, en las que se acerca a la surrealidad donde busca vislumbrar – en el cosmos – un mundo mejor. Entre sus obras pueden destacarse Autorretrato, de 1941, óleo que se encuentra en el Museo Provincial de Bellas Artes de la ciudad de La Plata; La torre de 1959, otro óleo que se puede ver en el Museo de Arte Moderno de la nuestra ciudad y Retablo de dolor, óleo de 1944, en el Museo Nacional de Bellas Artes. Adhirió a las dos tendencias plásticas del momento, el grupo Orión, de corte surrealista, encabezado por Antonio Berni y Arte y Sociedad, que lideraba Guillermo Facio Hebécquer, uno de los impulsores del Teatro del Pueblo. En 1974 visitó las instalaciones de la Nasa, entidad norteamericana dedicada a los viajes espaciales, que la impacta. Ella puso su esperanza en los mutantes, tanto es así que en 1980 pinta Gestación del Hombre Nuevo. En 1982 creó la Fundación Forner – Bigatti, cuyo objetivo es propiciar estudios tendientes al mejor conocimiento de la obra de ambos artistas y de las artes plásticas en general, así como promover y estimular iniciativas educacionales y filantrópicas. El edificio donde tiene su sede está frente a la placita Dorrego, en la corta calle Bethlem 443 del barrio de San Telmo. Allí residió el matrimonio a partir de 1937. Comprendía, además de la vivienda, los talleres separados de ambos artistas y responde a la impronta modernista de la arquitectura de vanguardia de esas décadas. Raquel Forner falleció en nuestra ciudad el 10 de junio de 1988.
Regina Pacini de Alvear nació en Lisboa, Portugal, el 5 de enero de 1871, hija de Pietro, barítono italiano, director artístico del Teatro San Carlos de esa ciudad y de la española Felisa Quinteros. (19) Fue alumna en su ciudad natal de Napoleone Vellani y estudió en París con la célebre Matilde Marchessi. Se consagró al presentarse el 5 de enero de 1888 en la sala del San Carlos de Lisboa cantando La Sonámbula, de Vincenzo Bellini. Sólo tenía 17 años. A partir de ese día el éxito la acompañó en una carrera de casi veinte años que la llevó por los escenarios del mundo. En 1899 el argentino Marcelo T. de Alvear –quien descendía de personalidades notables del país–, la vio y escuchó por primera vez. Luego de un “asedio” amoroso que se extendió por muchos países y durante varios años, ella lo aceptó como marido y se casaron en Lisboa el 27 de abril de 1907 en la iglesia de Nuestra Señora de la Encarnación. Reconocida y aplaudida por los poderosos del mundo, reyes, zares, príncipes y por los más exigentes críticos musicales, abandonará dinero y fama por el amor. La boda despertó insidiosos comentarios en la “sociedad” porteña, que no podía admitir el matrimonio de este rico y codiciado soltero con una cantante. Regina se retiro definitivamente de la escena teatral, donde todos habían sido triunfos y cuando aún podía contar con una carrera por delante. Del arte de su canto sólo quedan veintiocho grabaciones –de las cuales una aún permanece inédita–, realizadas en Milán en mayo de 1905 y agosto de 1906 para la Società Italiana di Fonotipia-Milano, que fueron reeditadas en 1999. Desde entonces, esposa de un político en ascenso, supo desempeñar con discreción el papel que le tocara en suerte. Fijada la residencia de la pareja en París, durante la Primera Guerra Mundial realizó numerosos actos humanitarios que le valieron el otorgamiento de la Gran Cruz de la Legión de Honor de Francia. Su marido era embajador argentino es ese país y ella dirigió un hospital de sangre. Al llegar en 1922 Alvear a la presidencia de la Nación representando a la Unión Cívica Radical, Regina se destacó en obras de filantropía y beneficencia, que culminan con su iniciativa máxima, la Casa del Teatro. Destinada a la protección de mujeres y hombres de teatro, es una concreción importante, demostrativa de un espíritu sensible. Para ocupar alguna de las 45 habitaciones, el postulante debe acreditar no menos de 15 años de trayectoria, ser mayor de 65 años y no ganar más que la jubilación mínima. El importante edificio, obra del arquitecto Alejandro Virasoro, se inauguró el 5 de enero de 1938, con una fiesta donde los invitados de honor – aparte de Regina y su esposo –, fueron las más altas autoridades de la Nación y de la ciudad, además de grandes nombres del teatro de esa época. Tiene una biblioteca con miles de títulos y colecciones importantes. Dos salas albergan pequeños museos: uno dedicado a Gardel –cartas, fotos y ropa donadas por su apoderado Armando Delfino– y otro reconstruye la alcoba de la fundadora, incluyendo su piano de cola. La sala teatral de esta casa lleva su nombre, “Teatro Regina”. Una localidad de la provincia de Río Negro, fundada en 1924, fue bautizada en su homenaje, Villa Regina. Regina Pacini de Alvear falleció en Don Torcuato, provincia de Buenos Aires, donde tenía su residencia, el 18 de septiembre de 1965, a los 94 años. Sobrevivía con una modesta pensión nacional. Nada le quedaba de su fortuna, repartida en obras de beneficencia.
Riojana nacida en Atiles, en el Valle de Malazán, el 25 de diciembre de 1873 fue criada por su tía quien le enseñó las primeras letras, ya que había quedado huérfana, cuando era muy pequeña. En la Escuela Normal de Paraná fue alumna de Sara de Eccleston, allí hizo el profesorado y en 1894 obtuvo el título Superior de Enseñanza. Fundó el Jardín de Infantes anexo a la Escuela Normal de La Rioja hacia 1900, el primero de una larga serie de jardines que se inaugurarían en distintos puntos del país. Con marcado entusiasmo se dedicó al estudio de planes y programas de educación. En Buenos Aires fue directora de la Escuela Normal N° 1 “Roque Sáenz Peña” entre los años 1912 y 1917. También participó como Inspectora de las Escuelas Municipales, además de dictar las cátedras de Pedagogía y Matemática en la Escuela Normal “Del Divino Maestro”, incorporada al Profesorado en Lenguas Vivas. En 1924 se la nombró Inspectora de Enseñanza Secundaria Normal y Especial. En este cargo se desempeñó hasta su jubilación en 1926. Recorrió el país impulsando la enseñanza popular y dictando conferencias y cursos para transmitir la utilización de las nuevas técnicas además de alentar la fundación de bibliotecas. El Consejo Nacional de Educación le encomendó la formación del Primer Museo Argentino para la Escuela Primaria, hoy Complejo Museológico del Instituto Félix Bernasconi, que funciona en Cátulo Castillo 2750. Entre su obra escrita se encuentran: El hombre que rehusó el Olimpo, Los hijos del sol, Historia de la Tierra, Un viaje accidentado , Cuentos y Poemas y Pensamientos breves sobre juegos educativos. Obtuvo el primer premio del Instituto Sanmartiniano por su Credo Patriótico y una condecoración por Vida del General San Martín adaptada para niños. Rosario Vera Peñaloza difundió los principios del pedagogo alemán Friederich Fröbel (1782-1852) y de María Montessori, adaptándolos a la realidad argentina. Falleció el 28 de mayo de 1950 y en memoria de esta maestra ejemplar se eligió esta fecha para conmemorar en su honor el “Día de la Maestra Jardinera” y el “Día de los Jardines de Infantes”.
”Con manos sucias de tiza Siembras semillas de letras Y crecen abecedarios Pacientemente maestra
Tu oficio, que lindo oficio Magia del pueblo en las aulas. Milagro de alfarería Sonrisa de la mañana.
Palotes, sumas y restas Tus armas son, maestrita, Ganando mansas batallas Ganándolas día a día.” (20)
“Cantora” en el más amplio sentido que se le pueda dar a esta expresión, Heredera directa de los payadores, marcó su estilo un dejo “canyengue” y arrabalero. No era la potencia de su voz la que la destacaba sino el clima que creaba con sus susurros. El poeta Celedonio Flores compuso algunos de sus temas sólo para ella. Narraba las historias de los tangos casi con desdén. Según Gobello– más que cantar, decía: …se puso a chamuyar morosamente las letras, como para que la gente la escuchara con la oreja pegada a la gran flor azul de los gramófonos...” Artista singular, llamada “la Piaff del arrabal porteño” cantaba como le había enseñado su amigo Juan de Dios Filiberto. Se convirtió en la primera artista -femenina- que cantó en la radio y se vinculó estrechamente con el sello Víctor, para quien grabó más de doscientas composiciones. Sus discos fueron fundamentales para introducir el tango en Japón, ya que en 1970 viajó a Osaka donde fue reconocida de inmediato. Vecina del barrio de La Boca, Rosita Quiroga nació en 1896 y falleció en 1984.
Nació el 11 de mayo de 1798 en la Banda Oriental y fue la actriz que el público de la primera parte del siglo XIX adoró. Su verdadero apellido era Ladrón de Guevara. Tuvo un estilo propio y de avanzada para su época porque logró imponer la naturalidad en sus caracterizaciones en oposición a la sobreactuación imperante, razón por la cual muy pronto se convirtió en “la favorita”. Debutante en Montevideo desde corta edad, por sus aptitudes fue amparada por la Sociedad del Buen Gusto y a los dieciséis años debutó con El hijo del Sud , obra de Morante. Pasa a Buenos Aires en 1817, donde trajinará los escenarios del primitivo “Coliseo Provisional de Buenos Aires”, inaugurado en 1804 frente a la iglesia de La Merced y denominado a partir de 1838 “Teatro Argentino”. También se destacó en su actuación en Otelo en 1822. El personaje de Eulalia en La Misantropía la llevó a la fama, como también la obra Pablo y Virginia en la que se desempeñó en el papel masculino. Realizó giras por el interior de nuestro país y por Chile y Uruguay, entre 1825/1830. Cuando regresó formó una compañía con el renombrado actor Juan Aurelio Casacuberta (1799-1849), fallecido sobre el escenario en Valparaíso, durante una representación. Paulatinamente la fama de Trinidad fue declinando. Deja las tablas a partir de 1857 y de sus años finales, poco se sabe. El rol de las artistas en esos tiempos no era valorado en su justa medida, se las consideraba “cómicas”, poco dignas del respeto social. Tal vez será por ese motivo que nuestra primera gran actriz, definida como “la más brillante y aplaudida” murió en Buenos Aires el 24 de julio de 1873, prácticamente olvidada aún por su propia familia. (21) Es recordada en el primer episodio de la melodramática película El amor nunca muere, estrenada el 11 de agosto de 1955, basada en textos de Pedro Miguel Obligado y dirigida por Luis César Amadori. Zully Moreno y Carlos Cores se encargaron de dar vida a la historia de Trinidad y Juan Aurelio Casacuberta, considerados por el libretista como los dos primeros actores de la Argentina.
Pocos datos documentados existen sobre esta luchadora uruguaya, afincada en Rosario durante algunos años. Descolló por su oratoria y fue una activista destacada entre los trabajadores rosarinos. En una manifestación por el 1 de mayo de 1890, encabezó la marcha en la Plaza López arengando al pueblo a defender sus derechos. Portaba una bandera roja con letras negras que tenía la siguiente inscripción: Primero de Mayo. Fraternidad Universal. Los trabajadores de Rosario cumplimos las disposiciones del Comité Obrero Internacional de París. Fue detenida por su arrobado discurso sumado a la distribución de propaganda anarquista. Organizó numerosas charlas en el interior del país, focalizando su lucha en todas las formas de opresión. En 1907 fundó el Centro Femenino Anarquista y al poco tiempo con motivo de la huelga de inquilinos que ella activó, se le aplicó la ley de residencia y se tuvo que ir del país para radicarse en Montevideo.
Nació en Buenos Aires en 1890. Su familia se radicó en Francia cuando Victoria era pequeña y tuvo la posibilidad de estudiar allí. De espíritu inquieto, cosmopolita y apasionada fue la mecenas de su época. En 1931 fundó Sur, editorial y revista en la cual se publicaron textos no sólo de escritores argentinos. A través de esta editorial muchos intelectuales se vincularon con nuestro país. Fue la primera mujer que ingresó en la Academia Argentina de Letras, hecho que ocurrió en 1977. Presidió la Comisión Artística del Teatro Colón en la década de 1930 y la Unión Argentina de Mujeres. Conocemos su intimidad a través de un nutrido epistolario. Su primer libro (1924) De Francesca a Beatrice, lo publicó a los 33 años, con epílogo de José Ortega y Gasset. Victoria Ocampo dejó además, entre otras obras propias, Domingos en Hyde Park (1936), Virginia Woolf en su diario (1954), Lawrence de Arabia y otros ensayos (1951), San Isidro (1941), Diálogos con Borges y Diálogos con Mallea (ambos de 1969), Testimonios (diez series, publicadas entre 1935 y 1977) y muchas más. Póstumamente se publicó una autobiografía en cinco tomos. Es de destacar la importancia de sus traducciones, que abarcan desde el Calígula de Albert Camus hasta varias de las obras de escritores de la talla de Graham Greene, T.E. Lawrence, Dylan Thomas, Jawaharlal Nehru y Mahatma Ghandi.
“A pesar de los viajes, a pesar de las lenguas, ninguna otra ciudad le es tan propia. Sólo se tiene en plenitud la ciudad de las partidas. De nacimiento y de defunción. De su primer beso, de la cárcel, de la maternidad posible y no probada, de la apuesta y la crítica, la difamación y la censura. Y, claro, de Sur cosmopolita. Esa territorialidad plural y no difusa de V.O. es Buenos Aires...” (22)
Falleció en su residencia de San Isidro de 27 de enero de 1979, donada luego a la UNESCO junto con su muy importante biblioteca y las obras de arte que la ornan, al igual que se residencia veraniega de Mar del Plata.
Las grandes participantes –y las grandes olvidadas- en la historia de la humanidad y por cierto, nuestro país no ha sido una excepción, han sido las mujeres. Absurda desde cualquier punto de vista, esta ausencia -en lo que a la nomenclatura urbana respecta- ha comenzado a ser remediada. Es de destacar la decisión de las autoridades de la ciudad de Buenos Aires, iniciada hace ya algunos años, de bautizar con el nombre de mujeres cuyas personalidades han trascendido en el devenir de nuestra historia, las calles de este nuevo barrio porteño, siendo de desear que se continúe con este proceso en otros sectores de la urbe. Sin duda alguna mucho se podría agregar a las breves biografías que componen este trabajo, pero esperamos sirva de herramienta para el conocimiento popular -aún si breve-, de estas personalidades.
Nuestro agradecimiento a la Lic. Leticia Maronese, una de las pioneras sobre la puesta en marcha de esta revalorización que, a través de su “Mujeres y calles – Nomenclatura porteña” nos ha facilitado parte de nuestra tarea; a Lily Sosa de Newton, otra pionera si las hay en estos temas, cuyo “Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas” es obra de consulta imprescindible en esta temática; a Liliana Barela y con ella a todo el personal del Instituto Histórico de la Ciudad de Buenos Aires, siempre dispuestos a colaborar frente a consultas y requerimientos y, en fin, a todos quienes nos hicieron llegar su aporte para completar este trabajo.